La autorizó la ANMAT. Se complementa con otros
tratamientos y estará disponible en julio. No sirve para prevenir sino como
terapia. Utiliza el sistema inmune del cuerpo para atacar a los tumores.
Cómo actúa. La vacuna está indicada para pacientes con cáncer de pulmón
de células no pequeñas en estadíos avanzados.
“La esperanza le pertenece a la vida, es la
vida misma defendiéndose”, escribía el escritor Julio Cortázar en su libro Rayuela.
Es también el estado que genera la primera vacuna terapéutica contra el
cáncer de pulmón avanzado que fue aprobada por la Administración Nacional
de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (ANMAT).
Estará
disponible a partir de julio
para los pacientes, a través de las obras sociales, las prepagas o la cobertura
pública.
Se trata de una
herramienta que no es preventiva y que viene a complementar las
terapias convencionales (quimioterapia o radioterapia) para tratar uno de
los cánceres más clonogénicos (con 9.000 defunciones por año en la Argentina).
Y fué pensada y desarrollada en la Argentina, con la participación de
investigadores cubanos durante los últimos 18 años.
“Cuando empezamos
a trabajar, nos propusimos desarrollar terapias biológicas que utilizan al
sistema inmune del cuerpo humano para combatir el cáncer. Pensamos que un
producto iba a estar listo en cinco años, pero fue mucho más difícil de lo
que imaginamos. Igual seguimos adelante. Fue un largo camino de
construcción si lo vemos desde la mirada de hoy”, comentó Silvia Gold, que
dirige el llamado Consorcio de investigación, desarrollo e innovación, que
desarrolló la vacuna.
El Consorcio es una
combinación del trabajo científico entre el sector público y el privado.
Está integrado por la Universidad Nacional de Quilmes, el Instituto de
Oncología Angel Roffo, el Hospital de Pediatría Garrahan, el Conicet, la
Universidad de Buenos Aires, el Centro de Inmunología Molecular de La Habana
(CIM), en Cuba, y la empresa argentina Elea.
Desde el
surgimiento de la idea hasta la realización de los ensayos clínicos que
demostraron la eficacia y la seguridad de la vacuna, participaron 100
personas de diferentes profesiones. Desde biólogos moleculares hasta
oncólogos clínicos. Desde expertos en producción hasta especialistas en
patentes, ya que al ser un producto innovador debía ser protegido. Está
patentado en la Argentina, la Comunidad Europea y los Estados Unidos, y se
venderá próximamente en Brasil y otros países latinoamericanos, India, Taiwán,
Corea del Sur y Malasia, entre otras naciones.
Todo empezó con el
estudio de antígenos que sólo se encuentran en tumores humanos. Como no están
en células sanas, los investigadores pensaron que esas sustancias podían ser el
blanco de una terapia para derrotar los tumores y prevenir su diseminación.
A partir de ese momento, se concentraron en el desarrollo de una vacuna que
pudiera despertar la respuesta inmune en el paciente oncológico y atacar
las células cancerosas. Es decir, buscaron que el sistema inmune empezara a
reconocer a los tumores como “extraños”.
La vacuna es un
anticuerpo, que imita a los antígenos del tumor. De esta manera, “hace trabajar
al sistema inmune y actúa sobre el tumor, sin afectar a las células sanas.
Produce anticuerpos y células dirigidas contra las células tumorales. Esto lo
demostramos en estudios in vitro y en ratones, y luego pasamos a ensayos
clínicos con voluntarios en tres etapas”, explicó Daniel Alonso, director del
laboratorio de oncología molecular de la Universidad de Quilmes, y director
científico del Consorcio que generó la vacuna, que lleva el nombre “racotumomab”.
En los ensayos
clínicos con 600 pacientes, se demostró que la vacuna terapéutica puede triplicar
el porcentaje de pacientes que viven dos años después de su aplicación con
respecto al grupo de control, que sólo recibió radioterapia o quimioterapia.
Además de la aprobación de la ANMAT para su comercialización, la vacuna será
presentada por Roberto Gómez, director médico de Elea, en el congreso anual de
la Asociación Estadounidense de Oncología Clínica la próxima semana. Según
explicó Luis Fein, investigador del ensayo clínico de la vacuna y director de
investigación del Instituto de Oncología de Rosario, la vacuna con sello
argentino se administra con inyecciones durante 2 semanas y el
mantenimiento posterior puede ser variable. Y hay más expectativas para el
futuro. Christopher Branford-White, director del Instituto de Salud de la
Universidad Metropolitan de Londres, estimó: “Creo que el racotumomab tiene
aplicaciones más amplias que influirán en futuros tratamientos y estrategias
terapéuticas”.